Fue fotografiada para revistas como Paula y Caras y catalogada como “el nuevo ícono chic”; pero eso para Catalina Silva está en el pasado. La ex modelo de Elite migró a la TV, dejó las pasarelas para estudiar teatro, y una tarde lluviosa se hizo el tiempo para compartir una empanada frita en el Empanatodos. Sin problemas, porque si no come, a la Cata le da fatiga.
ENTREVISTA ESCRITA PARA KILOMETRO CERO. FOTOS DE ALEJANDRO BRUNA





Estaba nervioso para esta entrevista por tres cosas. Uno, estaba lloviendo a cántaros. Dos, temía que mi entrevistada, que fue modelo, no comiera nada. Y tres, bueno, porque era la Catalina Silva. Esa guapa que anima en Chicas Vía X , el placer culpable que veo con mi hermana. Llegó al Empanatodos (Pío Nono 153) a la hora, estilosa a pesar de la lluvia, y luego de acomodar su bolso Puma, pidió una Nogaza, una empanada frita de manjar nuez, y un café. “Soy seca para comer. Terrible. Tengo un apetito que yo no entiendo. Nadie lo entiende”, me avisó. Es tanto así que sus amigos cercanos le dicen “la boa solitaria” o “la anti-modelo”. “No sabría llevar la gordura –confiesa–, siempre he sido tan flaca y he comido harto, entonces no sabría llevarlo”.

Su delgadez se la adjudica a que tiene un metabolismo rápido. De chica jugaba básquetbol y dice que una de sus trancas es haber sido tan flaca y morena. “Me decían tallarín quemado. Comía y comía para engordar… Uy! la tontera,” recuerda. 
Los dos pedimos lo mismo, pero cuando llega la empanada, espolvoreada con azúcar flor, ella es la primera que ataca. Mientras mastica, le pregunto en qué otros proyectos anda metida, me mira misteriosa y luego de tragar dice: “Nadie sabe”. Luego ríe.

Cuenta que el año pasado casi “muere” porque estudiaba teatro de noche. Estuvo dos años en la escuela de Fernando González, con un ritmo tan riguroso y extremo que vivía cansada. “Cachái que llorái de angustia, pero de cansada”, cuenta la ex modelo Elite. A pesar del rigor, para ella fueron dos años súper lindos y de mucho aprendizaje. Ahora cursa un seminario anual en el Teatro de la Memoria, con mucho más tiempo. Puede hacer Pilates y dormir, algo que extrañaba.

Lo único que nunca dejó de hacer, por más colapsada que estuviese, fue comer, porque para ella es fundamental. Por ejemplo, no concibe la idea de no tomar desayuno. “Aunque esté estresada, como. Hoy comí lentejas, por ejemplo, y con longaniza. Comida de verdad, porque si no como me da fatiga, me da jaqueca. Y en la noche como también”, explica. 
Aún así, hay cosas que le cargan, como las guatitas o la lengua. “Lo que se ve atroz, con apariencia porosa, me carga. Uy, que asco”, se estremece. Todo lo demás le encanta, particularmente la comida chilena. “Yo sé que es pobre, es precaria, pero el charquicán es lo mejor”, dice, saboreándose.

―Estudié cocina a los 18, pero qué pena, porque di un jugo… A la diestra y siniestra– cuenta la Cata, tratando de no chorrear el manjar de la empanada. ―¿En serio? ―Sí, pero al final me hacían todo mis compañeros. Es súper agradable que te cocinen. Lo disfruto tanto como comer – dice risueña. Y se ríe, antes tragar el último pedazo de empanada.

ESTA ENTREVISTA SE HIZO PARA LA SECCIÓN "HAMBRUNA" DE KILOMETROCERO.CL