Actriz, dramaturga, cantante y amante de la buena comida. La multifacética Andrea Velasco no teme probar cosas nuevas, tanto en la comida como en su trabajo actoral. Ahora se arriesgó con el cine: el 28 de octubre se le verá en la pantalla grande como la mejor amiga del personaje de Ariel Levy en Qué pena tu vida, la nueva cinta de Nicolás López.

ENTREVISTA ESCRITA PARA KILOMETRO CERO. FOTOS POR BEATRIZ GARCÉS.



Pasa de proyecto en proyecto: Andrea Velasco pasó de ser Coni Bustamante en Mis años grossos a estrenar su obra El Sobre Azul en Lastarria 90, y luego a grabar Qué pena tu vida, la comedia romántica de Nicolás López. Además, este año fue ayudante de un curso de teatro en la Universidad Andrés Bello y asiste regularmente al seminario de Dirección Teatral dictado en la escuela de Alfredo Castro, en el Teatro La Memoria. Multifacética y de risa fácil, nos juntamos enLe Bistrot (Santa Magdalena 80, local 7), la picada francesa de Providencia. Pedimos el Plat du jour, el plato del día, que resulta ser un afrancesado crepe de champiñones con ensalada.

A sus 28 años, Andrea no le hace el quite a nada. “Si hay un buen guión y me gusta, lo hago”, dice. Esa misma filosofía la aplica a la comida: si le tinca, prueba, y si le gusta, come de nuevo. Ha degustado cuyo, piures, llama, chunchules y todo tipo de interiores. “Soy la reina de la prieta y he comido criadillas increíbles. Las guatitas tampoco las encuentro terribles”, acota, antes de que hablemos de sus proyectos de actuación y canto: “El jueves 29 de julio se lanza el disco Parque de Dimensiones de la banda Yo Soy Pérez donde soy corista. Ya grabamos un video e hicimos una tocata en Bar Constitución”.
En ese mismo bar, hace dos años, conoció a Nicolás López. Dejó una buena impresión en el director de Promedio Rojo, pues la llamó para una prueba de cámara para su próxima película, Qué pena tu vida. Quedó en el rol de la mejor amiga del protagonista, Ariel Levy, y poco a poco su papel tomó importancia. “Convirtió a mi personaje en más protagónico, para hacer más redondita la historia”, explica. Así concretó su sueño de hacer cine. Ahora, uno de los proyectos que más le gustaría hacer, sería protagonizar un programa de viajes. “Como la Tamara Acosta, en África comiendo bichos. Lo encuentro alucinante”, dice, porque le encanta probar cosas raras.

Cuando estuvo en China y Vietnam con su mamá fue la catadora oficial del viaje. “En la mesa ponían potecitos y yo probaba todo. Si preguntabas qué comías no te decían porque el pajarito que te estabas comiendo no tenía traducción en inglés. Estoy segura que comí paloma, ratones, de todo”, asegura. Lo único que no pudo probar fue una serpiente. “Escogías una de un acuario, y la cortaban y te servían la sangre, un ñachi, y cocinaban la serpiente ahí, un show. Debe ser como el pescado, pero costaba quinientos miles de dólares, así que obvio que no lo hice”.

Lo que sí hará es teatro y retomar su carrera televisiva, pero ahora en las teleseries. Aunque no es la primera vez que lo intenta. “Quedé en Hijos del Monte, para el papel que hizo la Juanita Ringeling. Pero había firmado con Roos Films, grabado el piloto de Mis años grossos, y perdí esa oportunidad, aunque gané mucha experiencia con la serie”, cuenta. Cree que Chilevisión no potenció la sitcom que canceló por bajo rating. “No entendían el género. Daban tres capítulos seguidos, editaban mucho, ponían música todo el rato, sacaban pausas, y nos ponían cada vez más apretadas, como la versión ochentera de Yingo. Faltó cariño a la serie”, sintetiza y agrega: “Y más allá de las lucas, que van y vienen, lo que más me dolió fue el juego psicológico de Roos Films, como actriz joven, que jugaran con mi confianza, para que creyera en un proyecto con problemas económicos que venían de antes”.

Ahora es mucho más desconfiada. Hasta mira la ensalada de reojo, porque es poco mañosa, pero el pepino, simplemente, no le gusta. “Un pedazo de pepino deja pasado todo, y todo tiene sabor a pepino”, explica, examina el plato y ataca su almuerzo. Porque salir a comer con Andrea es simple: según ella todo lo que esté bien preparado es rico. “Si en China tienen criaderos para perros, ¿por qué no te lo comes? Es carne. Obviamente que no me comería mi perro, pero hay que tener amplitud de mente con los sabores, con las culturas. Probé chapulines en México. Hay que atreverse a probar. De ahí a que te guste es otra cosa”, puntualiza, dejando de lado el tenedor y mirando los restos del crepe.